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lunes, 12 de noviembre de 2007

LACAYOS DEL CAUDILLO


Haciendo un fiel retrato de la historia, en Venezuela se observa la consolidación de un partido que cubrirá todas las necesidades del régimen cuando su panorama político se vea un poco obstruido por la disidencia. Una mayoría asombrante de seguidores y admiradores del presidente de turno han tomado en cuenta, muy enserio, su legado y pensamiento.

En su discurso populista tradicional, Chávez, haciendo gala de todo su intelecto revolucionario, hace entender al público la “necesidad” de defender a muerte esta “revolución”. Habrá que tomar apunte dentro de las reuniones bolcheviques del PSUV u otros “colectivos” y “frentes bolivarianos” a fin, para ver que es lo que entienden ellos por defender una “revolución” o por llevar al país al Socialismo Bolivariano. Una revolución no es un proyecto de gobierno ni un eslogan político, tampoco es un toma y dame del situado constitucional para quedar bien con el barrio y los “sectores populares” (enteramente marginadas las personas de pocos recursos económicos con ese término). ¿Dónde está la revolución que humilla diariamente Chávez y su séquito de lacayos y ambriadores?

Una revolución no puede aplastar las diferencias de ideales o creencias: debe aprender a convivir con ellas para fortalecerse y crear un ambiente social más humano, seguro y justo. Los militantes del ideal chavista se han encargado en atacar despiadadamente a aquellos que se atreven a disentir, atropellando con la bandera del PSUV al que no esté deacuerdo en cambiar su dignidad por una bolsa de Mercal o un puesto en la atmósfera de trabajo “socialista”. Estos militantes que, al igual que la gran disidencia, pertenecen a los “sectores populares”, arremeten con armas y demás objetos que pueden acabar o desgraciar la vida a cualquier persona. Se entregan al nefasto plan bolivariano por un jugoso sueldo sin tener conciencia de la deshonra que esa actitud significa ante la palabra revolución. Y son incrédulos al pensar que sus vidas valen más que la remuneración monetaria que obtienen.

El culto a la violencia y a la muerte, auspiciado por el comandante en jefe, ha sido bien acatado por sus seguidores. Al igual que los bolcheviques acababan con los makhnovistas y anarquistas en Rusia, en Venezuela a los chavistas no les tiembla la mano para adjuntar improperios a los golpes y botellazos. Insultan a los estudiantes, padres y madres de familia con hijos presentes, señoras(es) mayores, jóvenes y pare usted de contar. No revisan su coeficiente intelectual a ver si aunque sea la nefasta reforma, que propone su líder, han analizado.

Hacen historia los estudiantes que salen a marchar recibiendo toda clase de bastedades al caminar y a todo esto vale agregar la siempre esperada represión policial. Al igual que en Rusia, los cuerpos de inseguridad del “Estado” llevan muy dentro de su chapa el acabar con las manifestaciones y alzas populares hasta extinguir la llama del descontento que la encendió. Pero, resulta, que son policías y no bomberos, la llama del descontento, la disidencia y la causa libre y justificada toda la vida estará ahí.

Siempre estaremos los militantes de la libertad y el ideario libertario para apoyar la causa de los que son atropellados y marginados por el gobierno de turno. Pedimos al comandante en jefe que deje de colocar el nombre de revolución a su aberrante proyecto de dictadura castrista porque le queda muy grande.

Ángel Arellano
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